jueves, 11 de febrero de 2016

Turquía recupera la poliginia gracias a las ‘novias de guerra’ sirias - Nazanín Armanian


 
 
Miles de turcos y de kurdos han casado de forma ilegal a otras miles de niñas y mujeres refugiadas sirias desde el inicio de la guerra de Siria en 2011. La República de Turquía prohibió en 1926 la poliginia (el derecho de los hombres a tener múltiples esposas) y también el matrimonio con niñas; sin embargo, se ha mantenido el mismo sistema milenario de mercado que codifica a la mujer y le asigna un estatus de subgénero. Sólo el año pasado, alrededor de 270 mujeres fueron asesinadas por violencia de género.


Según las feministas turcas, la poliginia masculina se ha disparado en las regiones próximas a la frontera turco-siria en los últimos cinco años. Mientras que en la Turquía moderna, esta práctica había caído en decadencia  y ninguna mujer de las zonas urbanas quería ser Kuma (co-esposa); en el campo, los señores ricos que quieren presumir de su potencial sexual y de su fortuna, suelen exhibir sus cuatro o cinco esposas y una tropa de hijos para reírse de la ley. 


Asimismo, algunos dirigentes —del mismo partido gobernante— de la Justicia y del Desarrollo son aficionados a tener, al menos, dos esclavas sexuales en casa. Por lo tanto, lo de autorizar a los imanes turcos para declarar ‘halal’ a la unión sexual entre un hombre e infinitas mujeres a espaldas de las leyes del país, ¿formaría parte de su estrategia, nada sutil, de implantar la versión fundamentalista del Islam en Turquía?  

 

Guerra sobre el cuerpo de la mujer refugiada

 
Si antes de la guerra las mujeres sirias estaban en manos de dios, a partir de ahora el demonio de la guerra y sus consecuencias no las dejará en paz. Las supervivientes del conflicto seguirán siendo un ‘botín de guerra’ para los vigilantes de los refugios, para otros refugiados, y también para algunos señores anfitriones. En la desconocida y desconcertante tierra de acogida, niñas huérfanas, viudas con hijos, mujeres solas o acompañadas por un tutor varón familiar… seguirán sufriendo las mil y una formas de humillación, acoso sexual o violación que sufrieron durante su huida. Chicas universitarias, empleadas, amas de casa o estudiantes se han convertido en simples refugiadas, término con una tremenda carga negativa que además les borra la identidad y el estatus social que ostentaban. En Turquía, uno de los principales responsables de su tragedia, los sirios tampoco son bienvenidos. Nadie quiere a los pobres.
 

De casi 2 millones de refugiados sirios en Turquía, sólo unos 220.000 están alojados en los campos de refugio, recibiendo alguna ayuda. El resto se han tenido que buscar la vida alquilando chozas, graneros y pisos patera por precios que se han disparado y estrangulan la economía personal de los refugiados. Es aquí donde los mercaderes de ‘carne fresca de mujer’ aparecen: ofrecen alojamiento gratuito a las cabezas de familia a cambio de sexo o piden una hija a los padres insolventes como pago por adelantado del alquiler de un año. Que estos hombres no sepan árabe para comunicarse con estas mujeres no es ningún problema: nadie pide a un violador que sepa idiomas. 
 

Kuma significa co-esposa

 
El tradicional oficio femenino de ‘casamentera’ en Turquía hoy es cosa de hombres en la frontera con Siria. A cambio de una comisión, ponen en contacto a los solicitantes con las solicitadas. Los ‘novios’ de 50 o 60 años, que juran ser ricos, solteros o viudos sin hijos, buscan hijas de familias pobres y numerosas, madres abandonadas o viudas cuya edad no supere los 22-23 años. Los ‘tutores’ cobrarán unos 1.000 euros por entregarlas en matrimonio. Siendo tan baratas, hay hombre que ya tienen hasta tres esposas sirias hacinadas en la misma vivienda. Sus bodas religiosas también serán una farsa, ya que ellas, que huyeron con lo puesto, carecen de carné de identidad y ellos, por seguir casados, no pueden registrar la unión de forma legal. Por lo que las segundas ‘esposas’ carecerán de todos los derechos legales de la cónyuge. Una vez en el nido de amor forzado, las novias se encontrarán sin fortuna, con la existencia de otra mujer y media docena de hijos. ¿Y ahora qué? Unas se resignan, otras piden el divorcio y las más valientes se quedan con las joyas que la tradición manda regalar a la muchacha y se escapan.
 

Cientos de niñas refugiadas sirias de entre 12-13 años ya son madres. Desde el 2011 se ha registrado el nacimiento de unos 70.000 bebés de esta nacionalidad en Turquía. Tenebroso panorama para las niñas-madres y sus hijos. Otras compatriotas alquilan su cuerpo por las calles turcas por unos 5 euros, o recurren a la mendicidad cuando cae la noche y pueden ocultar su rostro de vergüenza para dar de comer a sus hijos o sus nietos. ¿Existe algún instrumento para medir el dolor?
 

Las mujeres turcas y kurdas ‘legales’ también son víctimas de esta guerra: humilladas por sus maridos que han traído una mujer a casa, siempre más bella y más joven, amenazan con suicidarse o caen en depresión, sin tener a donde ir. El hogar de la poligamia es un infierno: cuenta la Biblia cómo Abraham —el patriarca de los judíos y los musulmanes— harto de las peleas y discusiones en el hogar entre sus dos mujeres, decidió abandonar a su segunda esposa Hagar y a su hijo en el desierto, para dejarles morir de sed y de hambre. ¡Y se le sigue respetando como profeta!
 

El hecho de que ninguna comunidad pueda soportar tanta tensión e inestabilidad constante, es el principal motivo por el que la mayoría de los hombres musulmanes optan por la monogamia.

 

Islam y ‘cónyuges múltiples’

 
“Un buen musulmán debe proteger a las mujeres desamparadas”, afirman aquellos que justifican la poligamia masculina como obra benéfica. Pero, ¿por qué hay que meterse literalmente en el lecho de una persona para ayudarla?
 

El Corán menciona la poliginia sólo en un versículo: “Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces, casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas. Así, evitaréis mejor el obrar mal” (4:3).
 

Los defensores de este dictamen cuentan que dicha práctica surgió para paliar  el desequilibrio demográfico y una supuesta superioridad numérica de las mujeres frente a los hombres, que morían en las guerras o eran objeto de comercio de esclavos. Pero, ¿permitirían las autoridades religiosas que en Xinjiang —región de mayoría musulmana china donde el número de hombres es mayor que las mujeres—, una musulmana tenga varios esposos? 
 

Por otro lado, es cierto que la primera esposa, humillada, tiene derecho a solicitar el divorcio —en teoría—, pero no suele hacerlo, ya que de forma automática y según manda la Sharia, será separada de sus hijos, ya que siempre pertenecerán al padre. Además, ¿cómo podrá volver a organizar su vida sin trabajo y sin una formación mínima demandada por el mercado? Parece que todo está organizado a milímetro para que nada se escape del control absoluto del hombre.
 

Las feministas islámicas juran que el Corán, al condicionar al hombre para tener un trato equitativo con ellas, imposibilita el ejercicio de la poliginia, puesto que él siempre tendrá  una ‘favorita’. Pero, ¿por qué dios no prohibió abiertamente este tipo de uniones como lo ha hecho con el adulterio o la poliandria y ahorrar así tanta confusión y tanto sufrimiento a sus criaturas?
 

Las fuerzas progresistas musulmanas en vez de justificar estas normas pertenecientes a siglos y a sociedades y territorios determinados, deberían apostar por la separación de la religión del Estado, así como adaptar sus preceptos a los nuevos tiempos. Saben que, en este caso, el texto sagrado limita el número de esposas a cuatro: la lengua árabe de entonces carecía de signos gramaticales y para no alargar la frase, dejó la cifra en cuatro. La prueba de ello es que el propio profeta Mahoma tuvo al menos once esposas reconocidas simultáneamente.
 

La poliginia no es una cultura, es el fruto del arcaico sistema patriarcal, el injusto reparto de los recursos, el poder económico y legal del hombre, del apartheid sexual contra la mujer, de las crueles guerras que las lanzan al agujero negro de la desesperación y las fuerzan a buscar un techo y un trozo de pan.
 

El drama descrito aquí, forma parte de los daños colaterales de otra guerra imperialista. 


Extraído de aquí.

miércoles, 3 de febrero de 2016

«La normalización del fascismo en Europa ante la llegada de refugiados» -Marina Albiol









Cuando aún no nos habíamos recuperado del sentimiento – mezcla de rabia, asco y vergüenza- que nos había producido el conocer la nueva ley danesa en matera de asilo que, entre otras muchas barbaridades permitirá a la Policía registrar a los y las demandantes de asilo e incautarles sus bienes, ha aparecido la nueva propuesta de la Unión Europea, que contempla penalizar la ayuda a los refugiados y refugiadas. Una nueva normativa según la cual aquellas personas que presten ayuda a refugiados, ya sea de manera individual o en el marco de las ONG, pueden ser acusadas de tráfico de seres humanos. Esto es un nuevo intento de criminalización de la solidaridad.




Todo es más grave todavía cuando recordamos el testimonio, hace pocas semanas, de un voluntario de una ONG que participó en el rescate de una embarcación que se dirigía a Lesbos. Había 300 personas a bordo de esta barcaza de madera que terminó naufragando. El voluntario de Proactiva declaró que mientras miembros de diferentes organizaciones salvaban vidas junto con pescadores turcos y griegos, el personal de la agencia europea Frontex miraba desde la cubierta de un barco.



Las instituciones europeas no están dando respuesta a la crisis humanitaria y además impiden que las ONG puedan hacer el trabajo que estas mismas instituciones no hacen por dejación de sus funciones.
La incapacidad, o peor todavía, la falta de voluntad política de la UE y los gobiernos de los Estados miembros de poner en práctica políticas y recursos para afrontar esta crisis, pone de manifiesto que la Unión Europea no es más que un proyecto económico de una élite, ni más que un conglomerado de instituciones que sólo responden a los intereses del capital financiero. La UE de los derechos y las libertades, de la libre circulación, de la solidaridad, nunca ha sido una realidad y la cifra de más de cien personas ahogadas en el Mediterráneo intentando llegar a nuestras costas durante el primer mes de este año es la demostración más cruel.



Ante esto, la única propuesta europea que hemos visto hasta la fecha es la que hace la Comisión Europea de acoger a 160.000 personas. Es un número claramente insuficiente si tenemos en cuenta que el año pasado llegaron sólo a Grecia más de 850.000 personas. Y está muy lejos de la capacidad real de acogida que tiene la UE, ya que no representa ni el 0.03% de la población total de la Unión. Pero ni con eso han cumplido. A día de hoy sólo se ha acogido a 272 personas -16 de ellas en el Estado español-, una cifra irrisoria.



Las propuestas de la Comisión Europea que sí se están aplicando con eficiencia y rapidez son las de militarizar el Mediterráneo en colaboración con la OTAN, desplegando buques y aviones de guerra para frenar la llegada de migrantes y refugiados. También la externalización de las fronteras, con acuerdos con gobiernos como los de Turquía o Marruecos, poco amigos de los derechos humanos. En el caso de la Turquía de Erdogan, la UE ha puesto sobre la mesa más de 3.000 millones de euros para contener el flujo de refugiados y demandantes de asilo. Y mientras, la CE mira hacia otro lado ante las masacres a la población kurda.



Después está el fondo de 1.800 millones de euros concedidos a África. Una aportación que, disfrazada de cooperación al desarrollo, servirá para fines como, por ejemplo, la construcción de un centro de detención de migrantes en Níger, el país más pobre del mundo.  El Estado español, en un gran alarde de generosidad, ha aportado a este fondo tres millones de euros.



Resulta paradójico que la misma UE que se construyó tras vencer al nazismo sea hoy el caldo de cultivo perfecto para los movimientos de extrema derecha. En los últimos días estamos viendo como se multiplican las manifestaciones fascistas en Alemania, Grecia, o Suecia. Estas demostraciones de odio vienen alentadas por los discursos que salen de las bancadas que ocupan socialdemócratas, conservadores y liberales en los parlamentos de los Estados y de la propia Eurocámara.



Unos lo hacen de manera absolutamente desvergonzada pidiendo el cierre total de nuestras fronteras, hablando de avalanchas, de la islamización de Europa y relacionando terrorismo y refugiados. Otros lo hacen de manera mucho más sutil defendiendo el refuerzo de nuestras fronteras, su externalización y las deportaciones sistemáticas.



Pero la extrema derecha está de acuerdo con conservadores, liberales y socialdemócratas en olvidar las obligaciones internacionales con aquellas personas que huyen de la guerra y el terror, y olvidar también la responsabilidad que Europa tiene sobre estas personas al haber colaborado de manera activa en los conflictos de los que huyen.



La semana pasada en el Parlamento Europeo tuvimos que soportar una comparecencia de la ministra danesa de Migración en la que habló de una supuesta “invasión” de refugiados, al tiempo que defendía su nueva ley. La normativa que acaba de aprobar el Parlamento de Dinamarca va a impedir en la práctica que los demandantes de asilo puedan ser acogidos, gracias a cosas como la ampliación de uno a tres años del tiempo de residencia necesario para poder solicitar reunificación familiar, o a que la obtención del permiso de residencia permanente requiera haber pasado un mínimo de seis años en el país encadenando permisos temporales y sin estar desempleado. En Dinamarca, los demandantes de asilo también estarán obligados a residir en centros específicos y tendrán que pagar por su estancia entregando sus objetos de valor.



Como suele ocurrir en la Eurocámara, esta ley ha sido aprobada en el Parlamento danés por la Gran Coalición que forman conservadores, liberales y socialdemócratas, que en este caso han contado además con la complicidad de una extrema derecha que está viendo cómo sus ideas forman parte cada vez más de los discursos habituales.



Lo más lamentable es que este no es el primer episodio de xenofobia institucional que presenciamos en la UE. Ahí está el uso del Ejército en Hungría para contener a migrantes y refugiados y su posterior hacinamiento en trenes con destino a ninguna parte. Hungría, un país donde el presidente Orban es de la misma familia política que Rajoy y participó junto a él en la conferencia del Partido Popular Europeo en Madrid. O las marcas con números de identificación en los brazos de migrantes en República Checa, con un primer ministro del partido referente del PSOE.



La extrema derecha ha perdido su exclusividad en cuanto a racismo y xenofobia, y los gobiernos de diferentes Estados europeos han asumido como propio un discurso que hace años hubiera resultado inasumible. La UE vuelve a demostrar que cada vez está más lejos que los valores de democracia y solidaridad que pregona.



Marina Albiol

Eurodiputada de Izquierda Unida y portavoz de la Delegación de la Izquierda Plural en el Parlamento Europeo