martes, 13 de octubre de 2015

«¿Qué significan los “hot spots”?: sobre los centros de selección de solicitantes de asilo»

 
 
 
 

Por analogía a la tecnología inalámbrica, los “hot spots” pueden definirse como “puntos calientes” donde se intensifica la demanda de tráfico para el acceso a un servicio (como ocurre en los aeropuertos con el caso de Internet). Aplicado a determinadas masas humanas, un “hot spot” es un dispositivo de entrada regulada a un territorio, a partir de normas específicas.
 

En el contexto actual, referido a la llamada “crisis de refugiados” (1), los “hot spots” funcionarían como centros de recepción y selección de personas desplazadas que, en función de su perfil, podrán ser admitidas como solicitantes de asilo o excluidas de esa condición (en tanto migrantes económicos), siendo obligadas en tal caso a regresar a sus países de origen. De forma más específica, la admisión de los solicitantes estará sujeta a la emisión de expedientes por parte de dichos centros, responsables de identificar la nacionalidad, idioma y nivel de formación de cada persona, además de los resultados de un examen sanitario que descarte enfermedades infecciosas (2).
 

Para comprender mejor la creación de este dispositivo de control, conviene hacer un repaso somero de las condiciones históricas en que se plantea. Como es sabido, a causa de las guerras en Medio Oriente, en la que intervienen directa e indirectamente diferentes gobiernos occidentales -tales como EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y, en menor medida, Alemania y España, entre otros-, como fuerzas en liza, se está produciendo el mayor éxodo de personas desde la segunda guerra mundial. El actual desplazamiento forzado de millones de seres humanos (que bien podría reinterpretarse como «crisis de humanidad»), lejos de suscitar una ola de solidaridad entre los estados, ha conducido al desarrollo por parte de la Comisión Europea de un sistema de cuotas que, en el mejor de los casos, permitirá la acogida de unos 160.000 solicitantes (de los que su amplia mayoría son de nacionalidad siria), tras su “selección” en los centros de recepción o “hot spots”. De un total de más de 4.200.000 de sirios en condiciones paupérrimas (3), mediante este procedimiento abreviado, la CE dará lugar a no más del 3% del total de damnificados, poniendo en evidencia su compromiso insuficiente con respecto a una política satisfactoria de derechos humanos, especialmente, cuando se trata de ciudadanos no-europeos. A pesar de las imágenes complacientes sobre su liderazgo mundial en esta materia, la realidad histórica de Europa ha sido exactamente la contraria: el desentendimiento, cuando no la estigmatización recurrente, ante ingentes masas poblacionales condenadas al exilio, como es el caso de los republicanos españoles (4). Por tanto, la contracara de la universalidad declarada de los derechos humanos no es (ni ha sido) sino el particularismo gubernamental al momento de aplicarlos a determinados sujetos.
 

Para esclarecer esta contradicción pragmática, es plausible recurrir al caso alemán. Las declaraciones institucionales de sus máximas autoridades no dejan lugar a dudas: lo que prima es, ante todo, el cálculo oportunista de las posibilidades económicas que abre este “escenario” penoso de cientos de miles de personas intentando arribar a Europa. Lejos de cualquier épica humanista, la política de acogida del gobierno de Merkel, además de constituir una intervención cosmética a su imagen devaluada, está asociada a la provisión de trabajadores sirios cualificados de bajo coste a la economía alemana, introduciendo con ello una presión objetiva para la reducción de los salarios medios y la disminución del desequilibrio demográfico que afecta a este país (como ocurre con tantos otros países europeos) [5]. El ingreso de solicitantes de asilo es usado como una oportunidad para reestructurar determinados mercados de trabajo a la baja en términos de derechos y salarios, presentado como “mejora de la competitividad”. La iniciativa consiste en favorecer la contratación de estos colectivos por debajo del salario mínimo, consolidando el antagonismo entre trabajadores locales y extranjeros (afectados en conjunto por el proceso de precarización laboral, aunque en grados diversos). Si el objetivo expreso de dicha medida de excepción es garantizar el acceso al mercado laboral de los solicitantes de asilo, el objetivo implícito consiste en introducir modificaciones legales que permitan el uso intensivo de mano de obra cualificada a cambio de salarios irrisorios.
 

Para regresar al análisis de los “hot spots”. Considerando las preocupaciones recurrentes de la CE y sus peticiones recientes de revitalizar la “tarjeta azul” de inmigrantes cualificados, ligada a la existencia de ofertas laborales concretas (6), ¿resulta descabellado pensar que semejantes dispositivos podrían funcionar como mecanismos selectivos mediante los cuales se clasifican los individuos en función no sólo de su historia vital –y lo que representa para la “seguridad nacional”- sino también de la utilidad económica que pudiera reportar al país receptor? Dicho de otra manera: habida cuenta de la necesidad de importar mano de obra cualificada a la economía europea, ¿no hay razones para suponer que dichos centros podrían funcionar como empresas encubiertas de reclutamiento? Aunque sería prematuro afirmarlo, semejante posibilidad no queda excluida en lo más mínimo del horizonte político-gubernamental y es consistente con las preocupaciones de los gobiernos europeos. No cabe descartar, por tanto, que un dispositivo así no sólo contemple las consideraciones normativas pertinentes (relativas al derecho al asilo), sino también la categorización de estas personas en función de sus perfiles profesionales, introduciendo consideraciones instrumentales sin relación primaria con el desarrollo de una política de acogida basada la protección internacional. Lejos de tratarse de meras especulaciones, el rechazo reciente por parte de Italia a la aspiración de algunos gobiernos (incluyendo el español) de participar in situ en la selección de personas con derecho a asilo, señala que esa posibilidad opera como demanda explícita de algunos estados (7). La labor de acogida, en términos reales, se aproxima peligrosamente a una cuestión de mercado.
 

Puesto que la lógica del beneficio se impone por sobre la lógica del deber, no sería extraño que los hot spots cumplan esta doble función de control (jurídico, policial y sanitario) y de selección (económica). La mentada “solidaridad europea”, contrapuesta a nivel mediático a las nefastas actuaciones de gobiernos como el de Hungría, no menos europeos, podría transformarse así en un nuevo ejercicio de cinismo: tras la máscara de la defensa universal de los derechos humanos se oculta el interés particular por reclutar trabajadores cualificados dispuestos a desempeñarse en condiciones laborales degradadas.
 

En cualquier caso, semejante dispositivo plantea un control securitario de los solicitantes coordinados por la CE, la Agencia Europea de Apoyo al Asilo (EASO), la Agencia Europea de Fronteras (Frontex) y la Agencia Europea de Policía (Europol). En un contexto histórico-político en el que la CE no ha cesado de priorizar la seguridad de sus fronteras (a través de la consolidación presupuestaria de Agencias como FRONTEX) por sobre los derechos de los desplazados, solicitantes y apátridas, los interrogantes no cesan de proliferar: ¿no traza una línea de continuidad con los Centros de Internamiento de Extranjeros, conocidos por su incumplimiento sistemático de las garantías constitucionales y los derechos humanos? ¿Cuáles serán los criterios de selección de las personas registradas, además de las normativas referentes al asilo? ¿Qué controles se instaurarán en la práctica para garantizar el cumplimiento de los DDHH por parte de las autoridades que los gestionan?
 

No obstante estas incertidumbres, las consecuencias directas de este dispositivo pueden establecerse con claridad: 1) la posible detención de las personas que son susceptibles de ser deportadas (8); 2) la externalización de la asistencia a solicitantes de asilo, a cargo de Italia y Grecia a nivel europeo y, a nivel externo, de países próximos a los conflictos bélicos; 3) la retención temporal de las personas registradas hasta su reubicación y, eventualmente, 4) la repatriación de cientos de miles de personas (categorizadas como “indocumentadas”) a los países de origen, convirtiéndolas en material descartable (9). Todas estas consecuencias señalan una misma dirección: el debilitamiento de una política de acogida de las personas solicitantes basada en el derecho internacional y la restricción de sus libertades en nombre de la seguridad de estado y las conveniencias de mercado.
 

Dicho lo cual, los “hot spots” no parecen ser nada distinto a los “campos de refugiados” (fuera de Europa) y a los “centros de internamiento de extranjeros” (a escala europea), con variantes ligadas a los tiempos y criterios de selección. Tras la nueva nomenclatura, lo que se repite es la misma «lógica del campo», el encierro temporal pero indefinido de cientos de miles de seres humanos que escapan del horror y su tratamiento como material reciclable o de desecho, según unas pautas que escapan en gran medida al escrutinio público. 
 

Forma parte de la tarea de la crítica reconstruir esas pautas y someterlas a examen colectivo, exigiendo no tanto la transparencia de la gestión de esos dispositivos sino, en primer lugar, su abolición en lo que mantienen como régimen de excepcionalidad. Tras más de una década de discursos de la interculturalidad, la gestión política europea no ha cesado de avanzar –no sin resistencias minoritarias- en el camino de su clausura. De esas narrativas de apertura no parecen quedar más que las huellas de su negación sistemática por parte de las instituciones europeas.
 

Arturo Borra
 

(1) He desarrollado esta cuestión en “Sobre la «crisis de los refugiados» o la vida en peligro”, “Rebelión”, 18/09/2015, versión electrónica en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203445.

(2) La creación de dichos centros (junto al establecimiento de instalaciones de acogida “suficientes”) son las dos precondiciones fijadas por la Comisión Europea para la “reubicación de emergencia” de los solicitantes de asilo durante los próximos dos años (a pesar de no haberse definido todavía los plazos en que se concretará semejante reubicación).

(3) Remito a “Consideraciones de protección internacional con respecto a las personas que huyen de la República Árabe Siria. Actualización III”, elaborado por ACNUR,  1/6/2014, versión electrónica en http://www.acnur.org/t3/recursos/bdl/?cat=188.

(4) Véase Navarro, Vicent, “Lo que no se dice de los refugiados”, “Público”, 1/10/2015, versión electrónica en http://blogs.publico.es/dominiopublico/14774/lo-que-no-se-dice-sobre-los-refugiados/

(5) Véase “La CDU de Merkel plantea que los refugiados puedan ser contratados por debajo del salario mínimo” “Público”, 29/09/2015, versión electrónica en http://www.publico.es/internacional/cdu-merkel-plantea-refugiados-puedan.html.

(6) “El reparto de solicitantes de asilo abre un nuevo pulso en la UE”, “El País”, 13/05/2015, http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/13/actualidad/1431514548_759034.html.

(7) Véase “Italia niega a los países receptores de refugiados que los seleccionen ‘in situ’”, “El País”, 05/10/15, versión electrónica en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/04/actualidad/1443994476_751154.html

(8) En la misma línea se mueven las declaraciones del ministro del Interior alemán, Thomas de Maizière, quien anunció que las personas a las que se les deniegue el asilo percibirán menos prestaciones sociales que aquellos solicitantes pendientes de resolución (“Berlín reduce prestaciones a solicitantes asilo que deben regresar a su país”, “La Patilla”, 7/9/2015, versión electrónica en http://www.lapatilla.com/site/2015/09/07/berlin-reduce-prestaciones-a-solicitantes-asilo-que-deben-regresar-a-su-pais/

(9) Al respecto, puede consultarse “La UE desvía su responsabilidad de proteger a refugiados”, 16/09/2015, versión electrónica en https://www.hrw.org/es/news/2015/09/16/la-ue-desvia-su-responsabilidad-de-proteger-refugiados

lunes, 5 de octubre de 2015

«Sobre el amor, Jacques Alain Miller» -una entrevista de Hanna Waar

 
 
Psicologías: ¿El psicoanálisis enseña algo sobre el amor?
 
Jacques-Alain Miller: Mucho, pues es una experiencia cuyo resorte es el amor. Se trata de ese amor automático, y a menudo inconsciente, que el analizante dirige al analista, y que se llama la transferencia. Es un amor artificial, pero de la misma estofa que el amor verdadero. Saca a la luz su mecánica: el amor se dirige a aquel que usted piensa que conoce vuestra verdad verdadera. Pero el amor permite imaginar que esta verdad será amable, agradable, mientras que de hecho es muy difícil de soportar.  
 
P.: ¿Entonces, qué es verdaderamente amar?
 
J-A Miller: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel o a aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?"   
 
P.: ¿Por qué algunos saben amar y otros no?
 
J-A Miller: Algunos saben provocar el amor en el otro, los serial lovers, si puedo decirlo, hombres y mujeres. Saben qué botones apretar para hacerse amar. Pero ellos no aman necesariamente, juegan más bien al gato y al ratón con sus presas. Para amar, hay que confesar su falta, y reconocer que se necesita al otro, que le falta. Aquéllos que creen estar completos solos, o quieren estarlo, no saben amar. Y a veces, lo constatan dolorosamente. Manipulan, tiran de los hilos, pero no conocen del amor ni el riesgo ni las delicias.   

 
P.: "Estar completo solo": sólo un hombre puede creer eso…
 
J-A Miller: ¡Bien dicho! Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar, es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.         
 
P.: ¿Sería más difícil amar para los hombres?
 
J-A Miller: ¡Oh sí! Incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de incompletud, de dependencia. Por ello puede desear a mujeres que no ama, para reencontrar la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Freud llama a este principio la "degradación de la vida amorosa" en el hombre: la escisión del amor y del deseo.      
 
P.: ¿Y en las mujeres?
 
J-A Miller: Es menos habitual. En el caso más frecuente, hay desdoblamiento del partenaire masculino. De un lado, está el amante que las hace gozar y que desean, pero está también el hombre del amor, que está feminizado profundamente castrado. Sólo que no es la anatomía la que comanda: hay mujeres que adoptan una posición masculina, incluso las hay cada vez más. Un hombre para el amor, en la casa, y hombres para el goce, que se encuentran en Internet, en la calle, o en el tren…
 
P.: ¿Por qué cada vez más?
 
J-A Miller: Los estereotipos socioculturales de la feminidad y de la virilidad están en plena mutación. Los hombres son invitados a alojar sus emociones, a amar, a feminizarse; las mujeres conocen por el contrario un cierto "empuje al hombre": en nombre de la igualdad jurídica, se ven conducidas a repetir "yo también". Al mismo tiempo, los homosexuales reivindican los derechos y los símbolos de los héteros, como el matrimonio y la filiación. De allí que hay una gran inestabilidad de los roles, una fluidez generalizada del teatro del amor, que contrasta con la fijeza de antaño. El amor se vuelve "líquido" constata el sociólogo Zygmunt Bauman[1]. Cada uno es conducido a inventar su propio "estilo de vida", y a asumir su modo de gozar y de amar. Los escenarios tradicionales caen en lento desuso. La presión social para adecuarse a ello no ha desaparecido, pero es baja.
 
P.: "El amor siempre es recíproco", decía Lacan. ¿Aún es verdadero en el contexto actual? ¿Qué significa eso?
 
J-A Miller: Se repite esta frase sin comprenderla, o se la comprende de través. No quiere decir que basta con amar a alguien para que él lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: "Si yo te amo, es que tú eres amable. Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay en ti algo que hace que te ame. Es recíproco porque hay un ir y venir: el amor que tengo por ti es el efecto de retorno de la causa de amor que tú eres para mí. Por lo tanto, algo tú tienes que ver. Mi amor por ti no es sólo asunto mío, sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizá tú mismo no conozcas." Esto no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se puede calcular por anticipado.  
 
P.: No se encuentra a su cada uno o cada una por azar. ¿Por qué él? ¿Por qué ella?
 
J-A Miller: Existe lo que Freud llama Liebsbedingung, la condición de amor, la causa del deseo. Es un rasgo particular – o un conjunto de rasgos- que tiene en cada uno una función determinante en la elección amorosa. Esto escapa totalmente a las neurociencias, porque es propio de cada uno, tiene que ver con la historia singular e íntima. Rasgos a veces ínfimos están en juego. Freud, por ejemplo, había señalado como causa del deseo en uno de sus pacientes ¡un brillo de luz en la nariz de una mujer! 
 
P.: Nos es difícil creer en un amor fundado sobre esas naderías.
 
J-A Miller: La realidad del inconsciente supera a la ficción. Usted no tiene idea de todo lo que se funda, en la vida humana, y especialmente en el amor, en bagatelas, cabezas de alfiler, "divinos detalles". Es verdad que es sobre todo en el macho que encontramos tales causas del deseo, que son como fetiches cuya presencia es indispensable para desencadenar el proceso amoroso. Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, el hermano, la hermana, tal personaje de la infancia, juegan también su papel en la elección amorosa de las mujeres. Pero la forma femenina del amor es más erotómana que fetichista: quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición sine qua non para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la base de la conquista masculina.
 
P.: ¿Usted no le adjudica ningún papel a los fantasmas?
 
J-A Miller: En las mujeres, sean conscientes o inconscientes, son determinantes para la posición de goce más que para la elección amorosa. Y es a la inversa para los hombres. Por ejemplo, ocurre que una mujer no pueda obtener el goce – digamos el orgasmo – sino a condición de imaginarse a sí misma durante el acto, siendo golpeada, violada, o siendo otra mujer, o incluso estando en otra parte, ausente.
 
P.: ¿Y el fantasma masculino?
 
J-A Miller: Está muy en evidencia en el enamoramiento. El ejemplo clásico, comentado por Lacan, está en la novela de Goethe [2], la súbita pasión del joven Werther por Charlotte, en el momento en que la ve por primera vez, alimentando a un grupo de niños que la rodea. Aquí es la cualidad maternal de la mujer lo que desencadena el amor. Otro ejemplo, tomado de mi práctica, es este: un jefe en la cincuentena recibe candidatas en un puesto de secretaria; una joven mujer de 20 años se presenta; le desencadena inmediatamente su fuego. Se pregunta lo que le pasó, entra en análisis. Allí descubre el desencadenante: encontró en ella rasgos que le evocaban lo que él mismo era a los 20 años, cuando se presentó a su primera solicitud de trabajo, de algún modo se enamoró de sí mismo.
 
P.: ¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!
 
J-A Miller: No, entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida. Su encuentro no está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco con los genes. Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles a la cultura ambiente. Cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos. Ahora, ocurre que en occidente, en nuestras sociedades, a la vez liberales mercantiles y jurídicas, lo "múltiple" está en camino de destronar el "uno". El modelo ideal de "gran amor para toda la vida" cede poco a poco el terreno ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos.
 
P.: ¿Y el amor en su duración?, ¿en la eternidad?
 
J-A Miller: Balzac decía: "Toda pasión que no se crea eterna es repugnante".[3] ¿Pero el vínculo puede mantenerse toda la vida en el registro de la pasión? Cuanto más un hombre se consagra a una sola mujer, más ella tiende a tomar para él una significación maternal: tanto más sublime e intocable cuanto más amada. Son los homosexuales casados lo que desarrollan mejor este culto de la mujer: Aragon canta su amor por Elsa: cuando muere, ¡buen día a los muchachos! Y cuando una mujer se apega a un solo hombre, lo castra. Por lo tanto, el camino es estrecho. “El mejor destino del amor conyugal es la amistad”, decía en esencia Aristóteles.
 
P.: El problema, es que los hombres dicen no comprender lo que quieren las mujeres, y las mujeres, lo que los hombres esperan de ellas…
 
J-A Miller: Sí. Lo que es una objeción a la solución aristotélica, es que el diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba Lacan. Los enamorados están de hecho condenados a aprender indefinidamente la lengua del otro, a tientas, buscando las claves, siempre revocables. El amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe.

 

Entrevista realizada por HW


Traducción: Silvia Baudini
 

1.      Zigmunt Bauman, El amor líquido, de la fragilidad de los lazos entre los hombres.

2.      Los sufrimientos del joven Werther de Goethe.

3.      Honorato de Balzac en La Comedia humana, vol VI "Estudios de las costumbres: escenas de la vida parisina".

Publicado en la Psychologies Magazine, octobre 2008, n° 278.