No hay nada que esperar. La devastación planificada no se detendrá a sí misma. El arrase es la consecuencia necesaria de una voluntad ilimitada de lucro, en el que millones de vidas humanas se han tornado desechables. Al proyecto de un mundo como mercancía sólo lo frenará la propia humanidad -a menos que acepte resignada ser arrasada por este delirio genocida.
Como decía Gramsci: "la indiferencia es el peso muerto de la historia". En la lucha contra ese pulso indiferente está nuestra promesa de vida. La de todos aquellos que cada día procuran construir otro mundo posible.
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