viernes, 13 de febrero de 2015

«El último» -una adaptación de «Si esto es un hombre», de Primo Levi



La asfixia es cada vez más indisimulable. Como el autismo. Como si ante el sufrimiento anónimo no supiéramos más que reforzar la membrana, reafirmarnos como mónadas, invocar el miedo a la catástrofe para ocultar el hecho de que ya estamos en esa situación donde vivir se parece cada vez más -para una multitud de seres humanos- a la mera supervivencia.
 
Afirmaciones semejantes suscitan risas defensivas. Pero la risa tampoco detiene la locomotora de la historia, cada vez más descontrolada, enfilada al desastre ecológico y social. Como dijo alguna vez Walter Benjamin, quizás lo revolucionario sea que la humanidad que viaja en ese tren pueda accionar el freno de emergencia.